Formentera es una isla fuera de tiempo con una naturaleza salvaje y protegida. Al este, «la Mola», el punto más alto de la isla. Un largo camino rocoso rodeado de pinos, seguido por una magnífica llanura desértica al faro, con vistas a los acantilados de más de 200 metros. Un lugar que inspiró a una de las novelas de Jules Verne, Héctor Servadac que es parte de un largo viaje al final de la Tierra…


Alrededor de la residencia, tierra rodeada de muros de piedra, entre olivos, higueras, viñedos y campos de trigo. Formentera se ha mantenido como una isla de agricultores, cabras y cerdos salvajes que se cruzan en las zonas desérticas.

Cada parte de la residencia tiene su propio espíritu. Desde la entrada, un gran patio blanco bañado de luz ilumina las primeras habitaciones y muestra el camino a un pequeño jardín donde el trono es un viejo árbol que sombrea algunos bancos. Justo allí, dos puertas abiertas conducen al mar, mientras que otra muestra el camino a una vasta terraza cubierta por un panorama infinito de mar azul, cielo y rocas blancas.

Debajo de la finca, dos pequeñas casas frente al mar ofrecen un escenario ideal para desconectarse del mundo. Levantarse cada mañana al sonido de las olas y dormir todas las noches bajo innumerables estrellas.

Dominado por el mar, el entorno de Etosoto Formentera es salvaje, los residenciales son muy raros ya que una gran parte de la isla es patrimonio de la UNESCO. A pocos pasos de la residencia, entre rocas lunares como, arroyos invitan a sumergirse en un agua azul clara que le permite ver el fondo del mar.